Lo principal, sirva de aviso a próximos huéspedes, es que no hay agua potable en las habitaciones. En nuestro caso, habitación familiar para cuatro, nos dejaron una botella de un litro. Muy escaso. E incluso la propietaria pareció ofenderse cuando se lo hicimos notar al día siguiente. Asegúrense de tener agua desde el primer momento, porque a partir de las once de la noche no hay servicio de recepción. Por ese motivo, dejan la llave de entrada en un cajetín en la puerta, con una clave. El problema es que es dificilísimo ver los números para poner la clave, por dos motivos: está muy alto y justo encima hay un farol que refleja la luz y no deja ver. El hecho es que al día siguiente por la mañana, la propietaria se encargó de ir huésped por huésped riñéndonos porque alguien había tocado al timbre y había hecho levantarse a su empleado para abrir la puerta, amenazando con que si eso se volvía a repetir había dado orden de que no se levantase nadie a abrir. Resulta curioso que de todas las personas alojadas le indicásemos que NO habíamos tocado el timbre, pero si le hiciésemos notar lo difícil de su sistema y nos contestase que es la primera vez que le ocurría, con lo que llegamos a la conclusión de que, por casualidad, todos los hospedados ese fin de semana somos unos incompetentes. En cuanto a la ubicación. Se sitúa en un paraje envidiable, rodeado de pinos, jardines, campos... perfecto. Ni un ruido, excepto el piar de los pájaros. Ideal para una escapada romántica o de relax. Estupendo para celebraciones, bodas o similares. Sin embargo, eso hace que esté muy aislado del pueblo, a unos 5 km, por un camino de tierra y piedras sin iluminación, cobijo ni sombra, que lo hace impracticable a pie tanto de día como de noche, si llueve o si hace sol, con frio o calor extremos. Es decir que si o si (a no ser que quieras caminar en la oscuridad durante una hora, como hicimos nosotras) necesitas un vehículo. No hay exceso de taxis en la zona, por cierto. Finalmente, la atención del personal no es acorde al precio ni al estilo del establecimiento, que es una auténtica maravilla, un museo para vivirlo, precioso por dentro y por fuera. En especial, la propietaria es muy impertinente, te hace sentir que eres tu quién está a su servicio y no al revés. Tendría que mejorar sus modales.
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